Según sabemos, Simón de Monasterio se comprometió a la obligación contractual de continuar y terminar la «tercia» parte de la Iglesia, es decir la cabecera plana con que se remata la Iglesia, que creemos que tenía que estar terminada antes de 1613, ya que en este año estaban acabadas la cúpula y una de las dos torres, faltando la otra que estaba a punto de rematarse.
La pericia técnica demostrada por Simón de Monasterio en lo que se refiere a la cubrición del espacio mediante bóvedas de cañón y cúpula será resaltada posteriormente en el contrato de otra obra jesuítica, esta vez se trata de la Clerecía de Salamanca; en una de sus cláusulas «se preveía el que Monasterio levantase las bóvedas y el cimborrio del templo, punto en que había demostrado su pericia durante la construcción de los mismos elementos en la Iglesia del colegio de Monforte».
Como vemos el buen hacer de Simón de Monasterio y el magnífico resultado de su labor en Monforte fueron muestra para otro de los grandes monumentos españoles de traza jesuítica, cuyas obras comenzaron en 1617 bajo la protección de Margarita de Austria, esposa de Felipe III, al parecer como acto de desagravio a la orden por la prisión sufrida por su fundador, Ignacio de Loyola, por la Inquisición en la torre mocha de la catedral de Salamanca. Terminó de construirse es 1754.